¿Por qué no se trata todo de mí?

Devocional de autoridad bíblica: Las bienaventuranzas, parte 8

por Steve Ham
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Steve Ham, ReG-EEUU, examina la tercera bienaventuranza y muestra que el manso está dispuesto a negarse a sí mismo para seguir a Cristo.

Bienaventurados los mansos, porque ellos recibirán la tierra por heredad. (Mateo 5:5)

La gran pregunta de hoy: ¿Por qué no se trata todo de mí?

A veces mientras hablo con la gente, ellos hacen un comentario ego centrista o se dan cuenta de que han sido el tema central de la conversación. En forma de broma me preguntan: “¿No se trata todo de mí?” Tal vez usted también ha escuchado un comentario similar. A menudo es muy gracioso y nos reímos, pero en verdad nuestra naturaleza humana es así. En lo más profundo hay un deseo malévolo que dice: “Todo se trata de mí.”

En la tercera bienaventuranza Jesús lidió majestuosamente con este deseo ego centrista. Al motivar la mansedumbre, Él habló en contra de nuestro deseo de hacer que todo sea para nosotros, lo cual nos lleva a la destrucción, mas los mansos heredarán la tierra.

Contrario a lo que muchos piensan, la mansedumbre no significa debilidad. En cambio, se refiere a mantener el dominio propio y la gentileza, aun cuando uno es perseguido. Como cristianos, debemos modelar el comportamiento de Jesús, “… quien cuando le maldecían, no respondía con maldición; cuando padecía, no amenazaba, sino encomendaba la causa al que juzga justamente…” (1 Pedro 2:23). La mansedumbre es lo opuesto de nuestro deseo de defendernos y de tomar represalias.

Esta enseñanza de Jesús es opuesta a la forma de pensar del mundo. El mundo nos dice que podemos hacerlo todo, ser todo, que podemos determinar nuestro propio destino, y ser exitosos, ricos, felices y populares. Yo hasta he escuchado a conferencistas cristianos tratar de aplicar estas filosofías mundanas al evangelio de Jesús. Mas Jesús enseñó lo opuesto. Debemos deshacernos de nuestro auto enfoque, morir a nosotros mismos, y levantarnos con Cristo.

¿Cómo podemos reconocer el quebranto del pecado, la pobreza de espíritu, y el dolor por el pecado si todo lo que vemos es nuestra grandeza percibida? ¿Cómo podemos conocer la salvación del juicio de este mundo si sólo anhelamos este mundo? Cuando nos vemos a la luz de la gloria de Cristo y vemos nuestro pecado por la inmundicia que es, debemos estar dispuestos a negarnos a nosotros mismos y confiar en Jesucristo para poder ser salvos. La salvación no es sencillamente ser librados del castigo eterno. También somos salvos para recibir la heredad del Señor y nos convertimos en coherederos con Cristo.

Aunque el Señor siempre será el único y verdadero Rey, tenemos la esperanza de la gloria compartida con Él para siempre. Si nos ponemos en la posición de rey ahora, nunca conoceremos esa gloria.

La gran idea de hoy: sólo en negarse a sí mismo y diariamente tomar la cruz de Cristo, podemos conocer la verdadera gloria.

Qué orar: Pídale a Dios que le ayude a menguar para que Él crezca.

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