Etapa de “Feto”: Semana 9 en la vida de un bebé no nacido

por Stacia McKeever septiembre 23, 2022
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A las nueve semanas de vida (11 semanas de gestación), el bebé ya ha desarrollado brazos y piernas (con dedos individuales en las manos y los pies), y ya los puede empezar a mover. Todos los órganos principales del bebé ya están formados, incluyendo los órganos reproductivos particulares al género del bebé, aunque el sexo del bebé no se puede ver claramente a través de la ecografía. Los padres pueden observar los movimientos de la respiración del bebé durante la ecografía. Sus párpados se han cerrado y fusionado, y sus papilas gustativas se han empezado a desarrollar. El bebé mide aproximadamente 5,08 cm, más o menos del tamaño de una pelota de golf.

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En términos médicos, el bebé deja de ser llamado un embrión y es ahora llamado un feto. Los diferentes términos médicos existen para diferenciar el estado en el que el niño está desarrollando los principales sistemas de órganos (embrión) del estado en el que los sistemas están establecidos (feto), y esencialmente el niño está creciendo y madurando. Sin embargo, dichos términos muchas veces le restan importancia al hecho de que un bebé es un bebé—desde el momento en que un espermatozoide se une con un óvulo. No importa cómo se le llame al niño o en qué etapa de desarrollo esté, el bebé es un ser humano al que Dios está formando con gran cuidado y propósito. Algunas líneas cronológicas de desarrollo pueden ser referidas como “su bebé está comenzando a parecerse a un humano”. Sin embargo, el bebé desde el principio ha lucido exactamente tal y como un humano debe lucir en esa etapa de su desarrollo. Todos sabemos que nuestro aspecto cambia a medida que envejecemos después de salir del vientre, pero nadie sugeriría que una persona de 80 años luce más humana que la misma persona después de una semana de nacida (la edad no determina el ser humano).1

Semana 9 en la vida de un bebé no nacido

Placa en la exhibición Fearfully and Wonderfully Made del Creation Museum (Museo de la Creación).

Lo que hay en un nombre

Cuando yo estaba embarazada de nuestro segundo bebé, tenía fuertes antojos de comidas provenientes de restaurantes como Burger King y Long John Silver (Me da escalofrío tan solo al escribirlo). Habíamos visto el latido del corazón del bebé a través de la ecografía cuando él o ella tenía cerca de seis semanas de edad, y estábamos felices preparándonos para el nuevo integrante de nuestra familia. Unas semanas después, los antojos desaparecieron de repente, y dejé de sentirme enferma. Durante mi siguiente visita al obstetra, ella me hizo otra ecografía para examinar a nuestro bebé y se dio cuenta que estaba muy pequeño y su corazón ya no latía. Volvimos el siguiente día para que me tomaran otra ecografía, la que confirmó que nuestro bebé había muerto. Fueron noticias devastadoras.

Durante mi siguiente visita al obstetra, ella me hizo otra ecografía para examinar a nuestro bebé y se dio cuenta que estaba muy pequeño y su corazón ya no latía.

En vez de esperar a dar a luz a nuestro hijo en forma natural, escogimos someterme a un procedimiento médico esa misma tarde. Mi médico nos dijo que una vez terminado el procedimiento revisaría el “tejido” para asegurarse de que nada había quedado adentro que pudiera causar más problemas. Pero ella no estaba examinando solo “tejido”, ella también estaba examinando a nuestro bebé y considerando todas sus partes. Es muy fácil pasar por alto la condición de persona de un bebé dentro del útero cuando utilizamos palabras como tejido para describir al niño. No obstante, gracias a los avances en la tecnología ecográfica, sabemos que nuestro bebé se veía como la fotografía de abajo cuando lo o la perdimos (me niego a utilizar la palabra esto, eso o aquello al hacer referencia a mi bebé—desde el momento de la fecundación, un bebé es o un niño o una niña, nunca un esto, eso o aquello).

Formas de ayudar

Cuando compartí en medios sociales que habíamos perdido a nuestro bebé, me sorprendió enterarme que muchos de mis amigos también habían sufrido una pérdida. Y, sin embargo, un miembro de la familia había muerto. ¿Por qué no deberíamos hablar acerca de la muerte de nuestro bebé y permitirnos hacer el duelo de nuestra pérdida abiertamente? Una de las mejores cosas que mis colegas hicieron al enterarse fue enviarnos una canasta de flores (lirios de paz) para reconocer la muerte de nuestro bebé y dejarnos saber que estaban haciendo duelo con nosotros. De hecho, todavía tengo esa canasta y esos lirios de paz—un recuerdo precioso de amigos que se unieron a nuestro duelo.

Así como las personas que son provida, no tenemos porque avergonzarnos de lamentar la muerte de un bebé al que no pudimos conocer cara a cara. Sabemos que nuestro bebé era un ser humano, hecho a imagen de Dios desde el momento de la fecundación, valorado por su Creador y por nosotros. Tampoco debemos sentir que el bebé no nacido es una persona inferior a un bebé que ya ha nacido (el domicilio no determina la condición humana), y entonces nuestro dolor debe ser menor al de una persona que ha perdido un hijo después de nacido—o más que por un niño que no alcanzó a vivir hasta este punto de la gestación. Esto incluye el reconocer al bebé cuando nos preguntan, “¿Cuántos hijos tiene?” Tenemos tres—dos con nosotros y uno en el cielo.

El aborto no provocado puede ocasionar épocas sombrías para aquellos que son directamente afectados.

El aborto no provocado puede ocasionar épocas sombrías para aquellos que son directamente afectados. Es fácil preguntarse “¿Qué fue lo que hice mal?” y pensar cuál pudo ser la causa de la pérdida. Sin embargo, el simple hecho es que 9 meses, 9 años, ó 99, el Señor ha determinado el número de nuestros días antes de que hayamos sido concebidos. Aunque tenemos la responsabilidad de cuidar del cuerpo que Dios nos dio, no podemos hacer nada para alargar o acortar la vida que Dios nos dio. Y deberíamos recordar que la muerte no es natural. Es nuestro enemigo—y de Dios (1 Corintios 15:26)—a cualquier edad, ya sea a los 9 días de gestación o a los 99 años después de nacer.

Esperanza en Cristo

La pérdida de un hijo nos recuerda que vivimos en un mundo que ya no es “bueno en gran manera”—un mundo dañado por el pecado y su maldición como resultado. La pérdida de un bebé en el vientre no es (generalmente) el resultado de algo que la madre o el padre hicieron. Pero la muerte, en general, es el resultado del pecado de Adán (y nuestro a través de él). Estamos agradecidos por la salvación que Jesús ofrece a través de su muerte y resurrección en nuestro nombre, y anhelamos el futuro en el que viviremos con él para siempre—y podremos conocer el dulce bebé que no pudimos conocer en la tierra.2

Referencias y Notas

  1. Holly Pevzner, “Week 11 of Your Pregnancy”, última actualización el 14 de junio de 2021, https://www.verywellfamily.com/11-weeks-pregnant-4158930.
  2. Cuando estudiamos la Palabra de Dios, nos damos cuenta de que Dios es amable y compasivo. En 2 Samuel, el bebé del Rey David murió, pero David estaba seguro que lo vería otra vez (2 Samuel 12:23). También, cuando Jesús estuvo en la tierra, él deseaba que los niños llegaran a él, los bendijo, y dijo que el reino de los cielos les pertenece (Marcos 10:15-16). Dios es un juez equitativo y siempre hace lo que es justo (Génesis 18:25). De todo esto, tenemos la idea de que cuando los niños mueren, van al cielo y viven con Dios para siempre. ¡Este es un gran consuelo para aquellos que han perdido un bebé!

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