Trayectoria de un estilo de vida homosexual a Cristo

por Dr. Rosaria Butterfield enero 1, 2017; último presentado julio 15, 2019
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Enfrentada por el evangelio, incluyendo el diseño original de Dios para Adán y Eva, una activista nacional del grupo LGBT vio como Cristo transformó todo en su vida, incluyendo su identidad.

Despúes de la legalización del matrimonio Homosexual [en los Estados Unidos] por la Corte Suprema en 2015 (Obergefell vs. Hodge), los cristianos comenzaron a vivir en un mundo descrito en el Salmo 46.

Experimentamos naciones furiosas y reinos tambaleantes (Salmo 46:6) y esperamos con anhelo que la voz sanadora de Dios derrita este caos. Como cristianos evangélicos, estamos llamados a ser las manos, los pies y la voz de Jesús. Pero ¿qué podemos decir? ¿Qué nos atrevemos a decir?

Esta es una realidad personal para mí. Hoy vivimos en un mundo que yo ayudé a crear. Jesucristo me atrajo a sí mismo en 1999. Rompí con mi pareja porque estaba convencida de que vivir como lesbiana era un pecado y, por lo tanto, me ponía fuera del reino de Dios, pero mi corazón era un desastre. Nunca llamé a mi pareja mi "esposa" porque tanto yo como otros de mi generación “queer” rechazábamos todas las cosas "heteronormativas", incluyendo las distinciones binarias entre hombre y mujer. Creíamos que el lesbianismo era un camino más limpio y más moral que la heterosexualidad, ya que nunca habría la posibilidad de un embarazo no planificado y rara vez corrías el riesgo de una ETS. Puede sorprender a algunos lectores, pero la conversión a Cristo inicialmente no cambió mi atracción por otras mujeres.

La luz del Señor señaló mi pecado a través de la ley e iluminó mi esperanza a través de Jesús y el evangelio.

WLo que la conversión cambió de inmediato fue mi mente. De hecho, no me convertí a causa de llevar una vida homosexual, sino fui convertida a causa de mi incredulidad. De repente, mi mente se afanaba por querer leer la Biblia todo el tiempo y no podía leerla lo suficiente, de o lo suficiente acerca de ella. Durante este tiempo, experimenté una pequeña muestra de lo que quiso decir David cuando declara en el Salmo 27:1: ““El Señor es mi luz y mi salvación; ¿A quién temeré?”” La luz que me dio el evangelio me llevó a la ruina; me arruinó por la vida que amaba. La luz del Señor señaló mi pecado a través de la ley e iluminó mi esperanza a través de Jesús y el evangelio. El evangelio me destruyó antes de que el Señor me reconstruyera.

Durante este tiempo, me uní a la Iglesia Presbiteriana Reformada de Syracuse, me reuní semanalmente con la esposa de mi pastor para el discipulado y desarrollé verdaderas amistades con otros creyentes en mi iglesia. A través de estos amigos y el discipulado de la esposa de mi pastor, aprendí a arrepentirme del pecado de una manera holística. Comencé a ver que mis deseos por las mujeres no eran un reflejo de mi verdadera identidad en Cristo, sino más bien una distorsión de mi verdadera identidad como resultado de la caída de Adán.

Pero si yo era una creyente verdadera, ¿por qué mi carne anhelaba lo que Dios aborrecía? Una cita de John Owen realmente me ayudó. El puritano Owen dijo: "No puedes mortificar una lujuria específica que te preocupa a menos que estés buscando obedecer al Señor de todo corazón en todas las áreas". Me di cuenta de que enfocarme exclusivamente en mi pecado de identidad, el tipo de pecado que niega mi papel vital como portadora de la imagen de Dios y que desploma como me siento con lo que soy, no era lo que Dios me estaba llamando a hacer.

Entendí que Cristo sangró en la cruz tanto por mis pecados de orgullo y mentira como por mi lujuria. Con el tiempo, mi unión con Cristo comenzó a crecer. La unión con Cristo es el vínculo impulsado por el Espíritu Santo, eterno, irrompible e insustituible que Dios planta en nuestros corazones en el momento de nuestra conversión (1 Corintios 6:17 and Romanos 6:3–11). Este prospera a medida que buscamos la gracia de Dios para suplir todas nuestras necesidades. Y luego lo noté: la unión con Cristo desafió mi identidad como lesbiana. Le pido por favor paciencia conmigo mientras le explico algo que le será muy útil a cualquier persona que conozca que luche con estos problemas.

El Salmo 73:22 expresó cómo me sentí al despertar a mi pecado en esta área de mi vida. Cuando se levanta el velo del engaño, de repente contemplas lo que no podías ver antes: “Tan torpe era yo, que no entendía; era como una bestia delate de ti.” Era una bestia de acuerdo con el lenguaje del Salmo 73:22.

En ese momento, estaba rodeada de otras parejas femeninas que tenían relaciones monógamas desde hace una década. Ellas eran amigas queridas de años, con quienes había compartido vacaciones, días festivos y tradiciones. Éramos familia, como lo entendía entonces. Las conocía bien a ellas, a sus hogares y a sus hijos. Las amaba y no podía imaginar la vida sin ellas. El pensar que ellas tendrían que romper a sus lazos familiares para llegar a Cristo me parecía muy injusto. La seguridad y la estabilidad de sus hogares parecía demostrar que algunas personas simplemente están mejor si se dejan a lo que la Biblia llama pecado.

Clamé a Dios para que me ayudara a entender cómo podría ser esto: ¿cómo podría ver mis propios apetitos e identidad como algo que me degradó y me convirtió en una bestia, y al mismo tiempo, ver a otros en la comunidad lesbiana bajo una luz favorable, hasta hermosa en su amor familiar? Le pedí a Dios que me diera entendimiento en esto y me confrontara claramente con Su Palabra.

Esta oración me llevó a los evangelios y los discípulos, y al santo amor que mostraron por el Señor Jesucristo y por los demás. Esto fue amor verdadero. Este amor no causó que otros pecaran. Este amor aprecia tanto a Dios y a la persona que amas que sacrificas todos los deseos impíos que podrían separar a tu ser querido del Dios que lo creó.

Sacrificio es una palabra sangrienta, y todo esto se sintió como una muerte muy real para el "yo" que una vez fui. ¿Podrían mis amigas que se identifican como lesbianas experimentar este tipo de amor también? Fue un golpe fuerte al darme cuenta que mis amigas más queridas se amarían más si fueran hermanas en Cristo en lugar de lo que eran en la actualidad, amantes.

Esto me hizo clamar a Dios para que me convirtiera en una mujer piadosa, porque me di cuenta de que estaba dando por sentado el privilegio de esta nueva vida al ser comprada por la sangre de Cristo. Mi nuevo deseo de ser una mujer piadosa se convirtió en un nuevo deseo de ser una esposa piadosa, de ser una ayudante en todos los aspectos de la vida para un hombre piadoso. Y unos años más tarde, conocí a mi esposo, Kent Butterfield, un pastor. Hemos estado felizmente casados por 15 años. Mi papel como ayudante de Kent y madre de nuestros cuatro hijos es mi testimonio diario de que servimos a un Dios que ama y transforma a Su pueblo.

Pero el de hoy, es un mundo diferente a aquel en el que me encontraba en 1999. Hoy, la cosmovisión de la orientación sexual ha pasado de ser una invención pseudocientífica del siglo XIX a un ídolo, un derecho civil. Y el evangelio está en una ruta de colisión con él.

Según la cosmovisión de los derechos LGBT, la orientación sexual determina lo que significa ser humano. Vemos esta visión del mundo incorporada en la decisión de Obergefell vs. Hodge, en la cual la orientación sexual se adjuntó a la Decimocuarta Enmienda, se hizo análoga a la raza, y fue declarada por cinco jueces de la corte suprema, no elegidos, como inmutable.

“Fue con Obergefell vs. Hodge que los Estados Unidos encontró por fin un nombre para el alma gay, ese nombre no es ni monstruo, ni eunuco, ni homosexual; ese nombre es esposo”, declaró el periodista y comentarista de las redes sociales de identidad homosexual Jonathan Rauch, luego de la decisión del tribunal. Esta cosmovisión comenzó con Sigmund Freud en el siglo XIX. Se consolidó porque apelaba a la idea de que todas las personas tienen derecho a la autonomía sexual. En las palabras de Michel Foucault, filósofo y académico francés quien murió de SIDA en 1984, siguiendo en la línea del pensamiento de Freud "el homosexual era una nueva especie".

Esta idea de que un alma gay o una persona que experimenta, sin elegirla, una atracción por el mismo sexo es una" especie aparte, entra directamente en conflicto con la definición bíblica de lo que Dios define como una persona, en Génesis 1:27: “"Y creó Dios al hombre a su imagen, a imagen de Dios lo creó; varón y hembra los creó.”” Aquí vemos que la persona tiene tres dimensiones: es creada por Dios; es diferenciada por su género para el propósito del pacto matrimonial; y es creada para la eternidad. Pero a fines del siglo XIX, la sexualidad humana pasó de ser una práctica (lo que hace una persona) a ser una identidad (quién es la persona).

Y con este pensamiento, una nueva cosmovisión reemplazó lo que dice la Biblia sobre lo que significa ser humano. De hecho, la orientación sexual pasó de una creación pseudocientífica a una verdad inmortal en solo cien años, borrando las doctrinas bíblicas del pecado, la gracia, la creación y la redención.

Como ahora estoy casada con un hombre, los defensores de los derechos LGBT me han dicho que nunca fui realmente lesbiana. Que era y que soy, simplemente una bisexual confundida. Estas críticas son importantes porque muestran que las diferencias en esta área, como todas las otras grandes preguntas en la vida, siempre se reducen a dos cosas: nuestra cosmovisión y entendimiento de la Palabra de Dios.

He derramado muchas lágrimas sobre lo que escribo a continuación. Si yo era lo suficientemente lesbiana para ir al infierno por mi pecado impenitente, o si hubiera sido lo suficientemente fornicadora como para ser arrojada al infierno por mi pecado heterosexual, entonces todavía soy lo suficientemente lesbiana y fornicadora para compartir con ustedes lo que significa para mí someter diariamente mis deseos a Cristo para que, solo por Su gracia, pueda serle obediente. Diariamente clamo a Él por la redención de mi cuerpo y mi alma; y por Su gracia voy creciendo a la estatura de Cristo. Dios me va moldeando a la imagen de Su Hijo, que obra como ningún humano lo puede hacer. Esto es lo mismo para todos nosotros.

Dios nunca me preguntó sobre mi identidad como lesbiana. Dios me llamó a la obediencia, el arrepentimiento y la vida nueva en Cristo. Su Palabra me preguntó si estoy reflejando el orden creado por Dios: ya sea por la fidelidad en el matrimonio o la castidad en soltería. Ambos son reflejos vitales del orden creado por Dios.

Cada generación debe defender nuevamente el evangelio de Jesucristo, ya que la verdad de la Palabra de Dios es atacada en diferentes áreas y en diferentes momentos. La iglesia ha enfrentado grandes batallas en la teología a lo largo de los siglos, cuando las personas introducen categorías antibíblicas y surge un lenguaje impreciso. El ataque de hoy a la Palabra de Dios comienza y es dirigido directamente a reescribir lo que dice la Biblia sobre la sexualidad.

La nueva amenaza es en contra de la verdad en Génesis 1:27. El nacer hombre y mujer conlleva responsabilidades éticas. El origen (u ontología) esencial de nuestra humanidad se encuentra en los sexos biológicos que Dios nos ha dado. Nuestra alma eterna y portadora de Su imagen es un cuerpo con uno de dos sexos.

La revolución sexual de nuestros días ha hecho una extraña distinción. Define la orientación sexual como con quién quieres irte a la cama, y define la identidad de género como quién quieres ser cuando vas a la cama. Exalta estos deseos como prueba de personalidad. Por lo que sabemos, algunas personas en cada generación han luchado con deseos homosexuales no elegidos. Y la Biblia explica gentilmente que este es un impacto del pecado original de Adán en algunos de nosotros. Cómo sea que nos distorsione el pecado original, no crea categorías separadas de la humanidad.

Los cristianos saben que se necesita tener gracia para amar lo que Dios ama. La buena noticia del evangelio es que Jesucristo perdona los pecados y nos otorga el poder de obedecerlo y seguirlo. La doctrina cristiana del pecado nos indica que esta transformación es muy difícil, especialmente con el pecado sexual que tiende a ser intratable que habita en nosotros.

La buena noticia del evangelio es que Jesucristo perdona los pecados y nos otorga el poder de obedecerlo y seguirlo.

Los cristianos de hoy deben vivir dentro de la paradoja de Jesús: amar a los incrédulos lo suficientemente bien como para correr el riesgo de decir la verdad. Debemos amar al pecador y odiar nuestro propio pecado. Y debemos ser buenos oyentes de las personas que se oponen a nosotros, listos para compartir en todo momento, impartiendo gracia con fluidez bíblica a nuestros vecinos y familiares. Como creyentes en Jesucristo y seguidores de Su Palabra, siempre debemos recordar que Su verdad es eterna e inmutable, que puede medirse y conocerse, y que se debe tener en cuenta.

Esa combinación de amor, humildad y necesidad de Su gracia nos permite compartir el mensaje de Dios de una manera que Él puede usar para atraer a otros, incluso a las personas que se identifican como lesbianas, homosexuales, bisexuales y transgénero, a Su reino.

Nota del editor: este artículo se publicó por primera vez en la revista Respuestas con el título "Evangelio sin obstáculos: la orientación sexual no es una excepción".

Rosaria Butterfield fue profesora de inglés en la Universidad de Syracuse, Nueva York, y abirtamente fue una activista lesbiana hasta que recibió a Cristo en 1999. Ahora es madre de tiempo completo y esposa de un pastor, autora de Openness Unhindered and Secret Thoughts of an Unlikely Convert.

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